junio 05, 2012

Leer las palabras

El lenguaje, sin dudas, no sólo son palabras sino también estructuras. Las palabras no contienen únicamente significados sino que engendran en sí mismas al sistema.
Así, el poder ejerce manipulaciones que pueden ir más allá de lo absurdo, pero investidas de aparentes certezas: “La economía ha experimentado un crecimiento cero”, por ejemplo; o la “Desaceleración de la economía”, como indicándonos que aquella ya está acelerada, etc.
La desinformación empieza por torcer la lógica y alterar la coherencia entre la realidad y la noticia.
El prefijo “Anti”, para citar un caso, puede ejercer una potencia devastadora: en efecto, condena con facilidad y parece enunciativo mientras descalifica.
Sobre las manifestaciones que el pueblo de Cajamarca sostiene en defensa del medio ambiente, los noticiarios hablan de “Pequeños grupos de anti-mineros”; no se dice “Miles de comuneros anti-codicia” como tampoco “Masas de ciudadanos pro-naturaleza”.
Son miles de personas del campo y la ciudad, hombres y mujeres ancianos, jóvenes y niños que ejercen su derecho a decir no a la depredación y sí a la vida, pero el informadero dice “unos cuantos”.
La publicidad –como reza el aforismo– no vende productos, sino que compra clientes.
El escritor Álex Grijelmo nos pinta este cuadro así: “El lenguaje, pues, tiene efectos en la mentalidad de la gente como se sabe desde hace tiempo. Sobre todo cuando no apela a la razón y el conocimiento sino que consiste en una prestidigitación verbal que saca palomas de un sombrero y hace desaparecer pañuelos de colores de manera que, como no se aprecia el truco a simple vista, todos dan por bueno lo que el mago presenta”.

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