octubre 16, 2013

Robo

Hace poco más de dos semanas, alrededor de las once de la mañana, la puerta principal de nuestra casa fue violentada: los ladrones entraron, fueron directamente a la oficina de nuestro compañero Alfredo Mires (Asesoría Ejecutiva/Secretaría de Capacitación y Producción de Materiales/Grupo de Estudios de la Prehistoria Andina) y se llevaron la computadora principal.
Hacía apenas un año –y animados por la posibilidad de empezar a producir vídeos para apuntalar el quehacer de nuestras bibliotecas–, un generoso amigo nos había obsequiado esa máquina. Y otra herramienta sumamente valiosa para nosotros –una transcriptora digital usada en el recojo de la tradición oral, también fraternamente obsequiada–, fue hurtada
Evidentemente los ladrones habían estado espiando, pero no deja de sorprender que pudieran hacerlo en horas de la mañana, en una avenida tan transitada y –claro–, sin que nadie viera nada.
A toda persona honesta indigna un robo, pero quizá indigna aún más el solo hecho que ingresen mancillando una casa levantada piedra a piedra con humildad, coraje y ensoñación solidaria.
Y también indigna, por ejemplo, que se movilicen tantas fuerzas a favor de quienes depredan el ambiente y tan pocas en beneficio de la seguridad ciudadana.
En fin, como dijera Arguedas, “los esperaremos en guardia”.

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