Como parte de la celebración de
nuestra Asamblea General, programamos una salida para saludar y visitar, en comunidad,
al Apu Qayaqpuma. Nuestro compañero Kepa Osoro, voluntario español, estuvo
también y escribió una nota sobre esta experiencia. Aquí algunos fragmentos:
“…
la jornada fue intensísima –como casi todo acá– porque comenzó antes del alba.
La
visita a un Apu no se realiza de cualquier manera; no se trata de decidirlo,
llegar y subir… pues el apu es considerado en la cultura andina como un ser
vivo, una criatura con sentimientos a la que hay que respetar, tratar con
cariño y delicadeza… Se trataba de presentarse ante él con sencillez, pureza de
intenciones, deseo de fundirse con él y con nuestros camaradas de experiencia.
De ese modo estaba garantizada una vivencia enriquecedora, nutritiva y regeneradora
que nos serviría a título individual y que serviría de argamasa cohesionadora
de la comunidad.
Alfredo
fue quien nos guió en todo el viaje, quien nos explicó tanto las condiciones
orográficas, como las tradiciones e historia del lugar…
Resultó
conmovedor cómo todo el mundo estuvo exquisitamente pendiente de las personas
que teníamos dificultades para subir; resultaba ejemplar cómo nos acompañaban
acomodándose a nuestro ritmo, a nuestras pausas, unos con discreción, otros con
más confianza, todos con generosidad. …Sin duda fue ese amor comunitario el que
hizo posible que yo llegara a la cima del apu…
A
mitad del ascenso nos detuvimos para hacer una primera y sencillísima ceremonia
en la que saludamos al apu y le pedimos permiso para visitarle…
Proseguimos
la subida, acompañados por las diversas explicaciones de Alfredo –y algunos
campesinos– cuando había algo significativo que deseaba compartirnos, bien
sobre las plantitas que hallábamos en el camino, bien sobre alguna leyenda o
tradición; bien sobre la forma de determinadas rocas, bien advirtiéndonos de no
pisar determinado rincón o planta...
Llegados
a la cima, nos quedamos absortos ante la belleza del paisaje… fuimos preparando
una pequeña ofrenda para el apu, en una ceremonia que acá llaman All´pata
paguikun. Sobre una manta colorida se colocaron semillas de plantas variadas,
velas, hojas de coca, azúcar, agua y los objetos que cada uno quería presentar
como ofrenda… yo coloqué un ejemplar de “Se acerca la cosecha” (el poemario de
David).
Un
rato después, celebramos otra ceremonia muy interesante: el intercambio de semillas.
Al tratarse de una comunidad campesina, algunos de sus miembros habían traído
semillas de las que cultivan en su chacra, en su terreno, y explicaron a los demás
los nombres y características diferenciadoras de cada planta…. intercambiaron
las semillas con la promesa de plantar las nuevas en su tierrita y así hacernos
presentes a los demás en su comunidad. Todas las semillas se repartieron entre
todos, incluso entre los que no habíamos aportado ninguna.
El
siguiente paso fue la celebración de un Círculo de Lectura, una sencilla
estrategia de dinamización de la lectura que suelen hacer en las bibliotecas de
la Red y que consiste en que todos se sitúen sentados en círculo, cada uno con
su ejemplar de un mismo libro.
1 comentario:
¡Qué privilegio fue para mí acompañaros en una jornada tan especial y en un lugar tan mágico, sagrado y único como el Qayaqpuma! Siento que en mi vida habrá un antes y un después de esa experiencia pues todo fue único: la compañía de todos y cada uno mis compañeros de escalada; la sencillez con la que cada uno transitaba la montaña sin aspavientos, en silencio o en conversación cálida con el otro; el círculo de lectura en el que acompasamos nuestras voces y, sobre todo, nuestros corazones para ofrecerle al apu nuestra ofrenda, nuestra unión y nuestro futuro; la complicidad y generosidad con la que los campesinos compartieron e intercambiaron las semillas que trajeron de sus lugares y los profundos deseos de que arraigaran en su nuevo destino... Todo, todo fue único, mágico y comunitariamente vívido.
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