noviembre 29, 2017

Andando

En los últimos meses hemos realizado varios viajes al campo en el marco del trabajo del Programa Comunitario. Primero fuimos a San Marcos, luego a Chota y nuestra última salida fue a Bambamarca.
Siempre es una alegría encontrarnos con los niños; siempre nos reciben con una sonrisa y un abrazo: ver su alegría y sus avances nos alientan y nos motivan.
El interés de las familias y el empeño para sacar adelante a sus hijos es un enorme estímulo para nosotros; igual son los momentos compartidos durante las sesiones de terapia que realizamos o las conversaciones mientras compartimos la mesa.
Aquí algunas experiencias que hemos vivido en estas últimas salidas.
*     Dimos un curso de capacitación sobre estimulación basal en el Centro de Educación Especial de San Marcos. Ahí conocimos un niño con parálisis cerebral infantil y su mamá. La madre quedó muy entusiasmada con el acompañar de nuestra coordinadora Silvia Pajares y ahora se están buscando con mucho ánimo para continuar con esta ateción. Este interés perseverante muestra también el valor de lo que hacemos.
*     En Chota nos quedamos impresionados por tantos niños con los que está trabajando nuestro coordinador Sergio Díaz desde inicios de año. Todos estos niños –recién incorporados al Programa– tienen discapacidad múltiple. Es un gran reto para Sergio sobre todo porque, hasta ahora, atendía a niños con menos dificultades. Cuando le preguntamos al respecto, nos dijo:
       Sí, es verdad, es más difícil trabajar con estos niños, pero también me da mucha más realización.
Saludamos muy de veras esta actitud y este empeño.
*     En Bambamarca hemos encontrado a nuestro amigo José Isaí, quien nació con una sola pierna completa. Con la ayuda de nuestra coordinadora Nanci Huamán, en la misma comunidad encontraron a un carpintero y a un señor con muchos conocimientos en aparatos ortopédicos: juntos hicieron una prótesis para José Isaí.
*     Belvin Franco es atendido por nuestro coordinador Humberto Huamán. En sólo un año, este niño con parálisis cerebral severa aprendió a caminar. La alegría y satisfacción de la familia –y de nosotros, obviamente– fue inmensa al verlo andar.
Y así, andando, aprendemos y crecemos juntos.

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